INTRODUCCIÓN

Los artrópodos son el filo más diverso de los metazoos (animales pluricelulares), con más de un millón de especies descritas.

Incluyen, entre otros grupos, a las arañas, insectos, crustáceos y miriápodos.

Son animales segmentados, y se caracterizan por poseer un esqueleto externo articulado compuesto de quitina, con apéndices con musculatura propia en posición ventrolateral, pareados en cada uno de los segmentos.

Al ser rígido este exoesqueleto no permite el crecimiento, que se realiza mediante mudas –es decir, se desecha el exoesqueleto que se ha quedado pequeño, y se forma otro adecuado al mayor tamaño del individuo en crecimiento.

El tamaño de los artrópodos es enormemente variado, pudiendo ir desde menos de un milímetro a más de un metro en algunas formas marinas, y varios metros si incluimos a las formas fósiles.

Su diversidad morfológica es también enorme, pero comparten algunas características fundamentales en su organización interna: tienen sistemas circulatorios abiertos (es decir, sin vasos cerrados), y un líquido análogo a la sangre (hemolinfa) que baña los órganos internos.

El sistema nervioso está más o menos centralizado dependiendo de los grupos. En general tienen un par de ganglios en cada segmento del cuerpo, y en la cabeza (que es el resultado de la fusión de los segmentos apicales) pueden formar un único ganglio de mayor tamaño que funciona a modo de cerebro.

La segmentación básica (o ancestral) de los artrópodos consiste en un segmento apical o acron, una serie de segmentos modulares intermedios, y un segmento final o telson. Originalmente los segmentos intermedios seguramente eran birrámeos, es decir, con dos apéndices a cada lado: uno formando una branquia y otro una pata.